sábado, 10 de octubre de 2009

Molde de manos

Entre sus dedos tomó la masilla, ésta se retorcía sin cesar, buscando cómo escapar de su carcelero. La colocaba en la palma de su mano y ésta se arrastraba hasta el borde buscando cómo lanzarse al infinito. Más abajo otra mano le esperaba, y cada nuevo desliz por la superficie acababa en el golpe seco contra la siguiente mano, lentamente se fue cansando, jadeando, dejando atrás pedacitos de sí. Empezó a descansar, con la luz fulgurante encima de él. Se había rendido y los dedos empezaron a tomarlo, reuniendolo en su antiguo ser. Aún entre las uñas de su captor quedaban pedacitos de él, rasgado y hendido. Atrofiado.

Y lo moldearon, como quién tomó la costilla e hicieron algo diferente de él; y el molde, no existía, era libre, pero eran labios, que el captor usaba para suplir los suyos. O tal vez, no suplían, sólo se apretaban contra otros, simulando una realidad lejana, y cuando se apartaban llenos de la saliva, ya no temblaban, creían estar dormidos. 

Y al final la masilla estaba viciada, distinta a quién creía ser, formado en esculturas abstractas y con pequeñas hendiduras formadas por herramientas. La masilla se miró al espejo, y no supo quién la miraba de vuelta.

3 comentarios:

Stanley W-M dijo...

Si, Axel, ya sé que al igual que la masa el escrito está viciado.

Axel Ubeda dijo...

no iba a decir nada al respecto.
pero esta buena la metafora.

Anónimo dijo...

Es justo y necesario, gusta gusta.