Entre sus dedos tomó la masilla, ésta se retorcía sin cesar, buscando cómo escapar de su carcelero. La colocaba en la palma de su mano y ésta se arrastraba hasta el borde buscando cómo lanzarse al infinito. Más abajo otra mano le esperaba, y cada nuevo desliz por la superficie acababa en el golpe seco contra la siguiente mano, lentamente se fue cansando, jadeando, dejando atrás pedacitos de sí. Empezó a descansar, con la luz fulgurante encima de él. Se había rendido y los dedos empezaron a tomarlo, reuniendolo en su antiguo ser. Aún entre las uñas de su captor quedaban pedacitos de él, rasgado y hendido. Atrofiado.
Y lo moldearon, como quién tomó la costilla e hicieron algo diferente de él; y el molde, no existía, era libre, pero eran labios, que el captor usaba para suplir los suyos. O tal vez, no suplían, sólo se apretaban contra otros, simulando una realidad lejana, y cuando se apartaban llenos de la saliva, ya no temblaban, creían estar dormidos.
Y al final la masilla estaba viciada, distinta a quién creía ser, formado en esculturas abstractas y con pequeñas hendiduras formadas por herramientas. La masilla se miró al espejo, y no supo quién la miraba de vuelta.
3 comentarios:
Si, Axel, ya sé que al igual que la masa el escrito está viciado.
no iba a decir nada al respecto.
pero esta buena la metafora.
Es justo y necesario, gusta gusta.
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