jueves, 15 de octubre de 2009

Ojos

Los parpados se cernían levemente sobre la mirada, con paciencia el horizonte se deformaba en sus colores, los rojos del cielo, el verde de la planicie, y el arado multicolor que el campesino lleva a cuestas. Y llega el punto en el cual ya no conozco el pasado, y la montaña abraza los espacios con sus garras aterradoras, el horizonte se cierne sobre mí como si fuesen mis párpados. El astro ilumina el sendero y entre sus criaturas me siento levantado por los aires, las palabras atascadas en mi garganta sin poder salir. Y esta vez ya no soy yo, es el hombre de la barba, pequeño y colorado que jala tras de sí las evidencias de mi no existencia. Tal vez si soy yo, el hombre, simplemente ya no lo recuerdo, pero los haces de luz que despiden mis ojos son de una belleza inimaginable. 

La conjunción de ideas ya no existe, sólo queda una oscuridad, el vacío y de entre mis párpados entrecerrados las luces del amanecer.

sábado, 10 de octubre de 2009

Molde de manos

Entre sus dedos tomó la masilla, ésta se retorcía sin cesar, buscando cómo escapar de su carcelero. La colocaba en la palma de su mano y ésta se arrastraba hasta el borde buscando cómo lanzarse al infinito. Más abajo otra mano le esperaba, y cada nuevo desliz por la superficie acababa en el golpe seco contra la siguiente mano, lentamente se fue cansando, jadeando, dejando atrás pedacitos de sí. Empezó a descansar, con la luz fulgurante encima de él. Se había rendido y los dedos empezaron a tomarlo, reuniendolo en su antiguo ser. Aún entre las uñas de su captor quedaban pedacitos de él, rasgado y hendido. Atrofiado.

Y lo moldearon, como quién tomó la costilla e hicieron algo diferente de él; y el molde, no existía, era libre, pero eran labios, que el captor usaba para suplir los suyos. O tal vez, no suplían, sólo se apretaban contra otros, simulando una realidad lejana, y cuando se apartaban llenos de la saliva, ya no temblaban, creían estar dormidos. 

Y al final la masilla estaba viciada, distinta a quién creía ser, formado en esculturas abstractas y con pequeñas hendiduras formadas por herramientas. La masilla se miró al espejo, y no supo quién la miraba de vuelta.