martes, 11 de marzo de 2008

Cómo llegar si está tan lejos

Uno, dos, tres, cuatro...
Lejos queda de mí, cómo llegar si está tan lejos...

Me despierto tosiendo, mi pecho convulsiona, siento que mis pulmones arden, alguien los quema. Una pobre y solitaria gota de sudor frío recorre mi frente, lentamente, con el poder de decisión de quien se esfuerza por no alejarse del camino, recorre su trayectoria -este es un gran salto para el sudor y un pequeño paso para una gota- hasta mi labio superior, donde oscila, se mece de atrás hacia adelante, de atrás hacia adelante, agarrando momentum y toma el salto hacia adentro. Para la gota es una eternidad el tiempo que pasa, y su solemne acto toma un valor heroico mientras se precipita hacia el vacío, pero para mi garganta es sólo una mísera fracción de segundo hasta el impacto en el que se ha de cerrar el paso a todo, incluso al oxígeno.

El ataque de tos ha pasado, la gota ya no es más, y mi garganta ni recuerda el suplicio que pasó. Son las cuatro de la tarde de ese día en que las noticias no fueron más que eso, noticias. El sol empieza a ocultarse y entre más oscuro se pone, más al descubierto me siento. Me toma un tiempo levantarme de la cama porque mi cuerpo sudoroso está pegado al duro alambre que la conforma. Alrededor mío sólo oigo el rumor de los carros que se alejan, los ruidosos pitos que son el arma de conductores que a falta de agallas no te pasan encima con el carro y el rumor del abanico dentro del cuarto que sólo posee la última de sus aspas y que en su girar solamente hace ruido.

Cuando me termino de levantar aún no está totalmente oscuro afuera -¿o claro?-, sin embargo el proceso de vestirse se facilitaría si tuviera la posibilidad de encender una mísera luz, o vela que alumbrara mi proceder, pero la última bombilla la rompimos hace seis meses y no la hemos podido reemplazar. Una pierna adentro del pantalón y otra afuera, mi pecho al descubierto en el frío matutino, o ¿vespertino? No lo puedo determinar ya, mi cabeza está nublada -un bostezo desfigura mi rostro- y aún no sé lo que me depara la noche o el día.

Salgo a la calle -otro bostezo- y respiro un aire sucio y mundano que para mí es como oxígeno puro que me revitaliza y a la vez me deprime sabiendo cómo era el aire que respiraba antes. Transito por la vereda de una calle -ya me acordé, es de mañana y tengo que ir a trabajar- mientras unos cuantos carros pasan a mi lado, llenos de gente somnolienta, café en mano -expresso on the run, mejores donde sea- y que se dirigen a trabajar o a estudiar.

Ya no hace frío. Pero. el sudor es el mismo, igual de helado y lleno de preocupación. Tengo que ir rápido... Los puedo oír detrás de mí, el tling tling tling de su campana se acerca. Corro un poco mas rápido, saqueando todo lo que puedo a mi paso antes de que ellos se lo lleven todo...

Una muchacha pasa a mi lado, es evidente que provoco en ella una ola de miedo y asco -frenesí de una mente adormecida por la rutina de su vida, ¿acaso no estará así la mía?-, me alejo para no intimidarla y pienso en sonreirle para calmarla -no creo que funcione-. Me detengo y la miro alejarse mientras el uno-dos uno-dos de sus tacones se acelera para dejarme atrás -me pregunto ¿cómo será poder ser libre al igual que ella?-.

Ya no lo podré saber, me han alcanzado y no tengo oportunidad, mientras pasan a mi lado ese tling tling tling es como un regodeo de saber que ellos cosecharán lo que otros siembran y no yo. Yo me quedaré sin comer un día más.

Regreso a mi casa, ya no sudo, la realización de que he fallado mi acometido me llena de tranquilidad y pavor a la vez. Tal vez mañana pueda vencerlos, tal vez mañana no me distraiga y pierda la batalla, tal vez mañana no suene el tling tling tling del martirio detrás mío.

domingo, 2 de marzo de 2008

Solo

Sentarme en la acera, sacar el paquete de rubios e incendiarlo, tomar un fósforo y dejar que las llamas lo consuman y que su humo consuma mis pulmones. Cada coqueta aspirada realza su figura en mi mente y ella late y late como fiebre de 40 que bombea ola tras ola de sangre a mi cerebro. Exploto.

Dos cuadras mas alla me detengo, mis extremidades que flagelan al enemigo de mi bolsillo derecho hilvanan el discurso que ha de preceder la transformacion: "Estoy bien, estoy bien". Las rugosas escamas que me rodean transpiran el oscuro alquitrán que ha de ser mi sangre. A cada paso me derrito sufriendo al ver como mis piernas arraigadas en el asfalto con aplomo me unen a el.

Y ascender. A la suavidad del brillo y los labios que me aspiran. Entrar a sus pulmones y ser un rubio más.

Mi batalla

Boom, boom, boom,
suena el tambor de la guerra
cruza el mar, la tierra y las montañas.
En la planicie interminable,
la solitaria flor es aplastada,
la bota del hombre amable la ha convertido en nada.
El hombre sacado de su tierra,
ese hombre ignorante
se oye un "pa'lante"
y dos, tres, cuatro ya no hay felicidad.
Murió en mi corazón
y no sentí piedad.
A mi diestra oigo gritos,
a siniestra siento dolor
pero a mi que me importa?
Ya no veo ni a Dios
Sólo sigo, sigo y Alto!
Hacia donde voy?
Esta nunca fue mi batalla
tampoco lo fue hoy.

sábado, 1 de marzo de 2008

Una y tres

Quieto.
Tic Toc.
Hace el reloj.
Tres para las una.
Una para las tres.
El mundo esta al revés.
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"Que llueva, que llueva la virgen esta en la cueva, los pajarillos cantan, la luna se levanta, que si, que no, que..." me arranquen el corazón, que destripen las entrañas, y crezcan telarañas de vidrio fragmentado, erguiéndose al cielo, de rojo y amarillo , verde y café.

Nos despertamos aquella mañana con el olor del miedo, ese distintivo reconocimiento de que no sabíamos porque estábamos ahí. Nuestros pasos resonaban en aquel desierto como planchas de acero sobre acero. Era miedo, y yo tipifiqué aquel lugar como desierto, no por la falta de vegetación que en sí era abundante, sino porque sin necesidad de ver kilómetros mas allá sabíamos que no había nadie allí.

A ambos lados se alzaban monumentales estructuras, si así se le puede llamar a una planta, y bajo la refulgencia de un sol incierto, no visto por nadie, el reflejo vidrioso era increíble y cegador.

Una de las voces que se encontraban detrás de nosotros decidió romper el silencio. No sé si fuimos nosotros o ustedes, pero empezó a resonar una canción en un diafragma que se expandía y reducía de manera asonante. "Now there's a look in your eyes, like black holes inthe sky." No entendí. Tal vez ellos entendieron pero no nosotros. Y esta reflexión nos las permitimos porque la rapidez con la que el miedo nos paralizó fue instantáneo y solo dejó en funcionamiento nuestro cerebro.


En este punto era imposible decidir cual sería nuestra próxima movida sin sentir que arriesgábamos la vida de seis personas en un solo tiempo. No sabíamos que hacer, regresar y enfrentarnos a la Voz o avanzar hacia un futuro sin sonido.

Finalmente sucumbimos y la marcha hacia atrás comenzó, la claridad que rodeaba en ese momento realzaba el hecho de que sabíamos que ese camino ya lo habíamos recorrido de manera fallida. La Voz empezó una vez más. Nos llamaba con mayor fuerza cada vez.

Tú y yo nos detuvimos, pero él decidió seguir, ya no eramos los seis que habíamos comenzado, ya no existíamos como unión propia o ajena. Éramos tres, desperdigados por la maleza y el bosque que nos rodeaba. El fanatismo de él nos obligó, ya no era posible decidir cual sería el rumbo, porque ante nosotros se cerró un solo camino. Si queríamos avanzar juntos tendríamos que regresar y encontrar al que se extravió.

Fue así la historia de cómo fallidamente intentamos separarnos de la Voz, de cómo lo que empezó como un avance unido termino siendo nuestra regresión separada. La Voz éramos los que faltaban, tres en uno solo, mas los tres que regresaban. La Voz éramos todos y todos éramos la Voz.-


"Excremento pútrido que sirve de alimento a seres irredentos. Ingieren mis sobrantes de vidas malhabidas hasta la saciedad inalcanzable y mientras convierten todo lo que fui en lo que serán, se Inflan. INflan. Se INFlan. INFLan. Se INFLAn. INFLAN. Y explotan.

Y así a quien excretan es a mí."